La silla de tortura se remonta a la Edad Media, pero ha sido utilizada hasta finales del siglo 19, en Alemania, Italia y España, e incluso, hasta un poco antes, en Francia y otros países de Europa Central.
La silla de tortura se presenta en diferentes versiones. Estas sillas tienen diferentes formas y tamaños, pero todas estaban equipadas con espinas y correas para la inmovilización de la víctima. La cobertura con clavos de su superficie correspondían a la espalda, apoyabrazos, asiento y en los reposapiés, llegando a contener hasta 2000 puntas de metal. A veces se incluían dispositivos para generar presión a la victima, forzando el cuerpo de la persona contra los pinchos, no siendo difícil comprender el efecto que producían esas graves y eficaces perforaciones. En ocasiones, y por si no era suficiente, el asiento se construía en hierro para poder calentarlo, con leves perforaciones para ventilar la piel de las brasas de debajo del asiento, causando así quemaduras dolorosas pero manteniendo en todo momento a la víctima consciente.
La víctima, siempre desnuda, estaba atada en la silla con las correas de cuero ajustadas al máximo, y el dolor inicial de cientos de afiladas púas oxidadas que penetraban en la carne, siempre podía ser mayor si el torturador ejercía presión contra los pinchos.
Aunque muy dolorosa, la propia silla no siempre resultaba fatal. Una muerte rápida estaba lejos de garantizarse. El objetivo era perforar la carne con una gran cantidad de dolor, pero sin dañar los órganos críticos. Nunca eran traspasados órganos vitales, y la presión de los propios pinchos contra las heridas reducían la pérdida de sangre, manteniendo a la víctima con vida durante un día o más. No obstante, si la víctima era puesta en libertad, una infección y el tétanos la mataba en una semana o dos tras su terrible experiencia.
A pesar de todo, la fuerza de este instrumento radica principalmente en el terror psicológico que causa y la amenaza de que la tortura se hace cada vez peor, comenzando con un dolor “fácil” y empeorando progresivamente, pudiendo así el torturador interrumpir el proceso en cualquier momento una vez logrado su objetivo. Dicho miedo psicológico muchas veces era suficiente para extraer una confesión, siendo muchas veces las víctimas obligadas a ver como otros se sometían al castigo, siendo testigos del dolor.
Un moderno "avance" de de este instrumento de tortura fue incluir el envío a través de ella de una corriente eléctrica, apareciendo la conocida Silla Eléctrica tan popular en los Estados Unidos aún en nuestros días.
Actualmente la silla de tortura, en nuestra comunidad BDSM, la conocemos como silla de bondage, con la cual el sumiso es inmovilizado y ofrecido plenamente a los antojos de su dominante, obviando el punto sádico de los pinchos y las espinas y siendo únicamente un mobiliario de uso y restricción.
Nota: Las imágenes que acompañan esta entrada son ilustraciones obtenidas de la RED.
Cuantas cosas se aprenden en su web, Señora. La admiro por cómo se documenta y su saber explicarlo. Me quedo con la silla de bondage. Ahí sí encuentro mi lugar a gusto de Mi Dómina y a merced de su buen gusto en decorarme de ataduras ahí.
ResponderEliminarA Sus hermosos pies.
A Mis pies... y para todos mis caprichos!!!
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