El potro originalmente llamado en nuestra lengua castellana (pese a que con dicha denominación entendemos otro tipo de mobiliario) es probablemente uno de los más infames instrumentos de tortura, siendo usado de forma prolongada en la historia.
Este dispositivo fue una máquina real; no podía haber una cámara de tortura seria y completa sin él, conocido en todo el mundo con diferentes nombres: para los romanos era "Equuleus" (caballos pequeños), los franceses la llamaron "Banc de la Tortura", a los españoles que era "Potro" o Bastidor, Alemania se conocía como "Streckbank" (estiramiento marco), los italianos lo llamaron "La Veglia", etc. Sea cual sea el nombre, se trataba de un dispositivo temible que “rompió” literalmente a innumerables prisioneros. De hecho, una persona tendida en el bastidor representa el espectáculo final del dolor.
Las víctimas a menudo se colocaban en la parrilla desnudas o casi, y su piel tensa se ejecutaría con el sudor de su agonía. Hay pocos registros de su uso antes de la Edad Media, pero durante la Inquisición española desde mediados del siglo 13 hubo un aumento en su uso. El período medieval de la Edad Media fue violento y con una gran sed de sangre. En esos tiempos de barbarie los verdugos, crueles y despiadados, causaron a presos y sospechosos los horrores de la tortura, incluyendo el potro/bastidor (estiramiento y dislocación de miembros). Los métodos de tortura, dispositivos e instrumentos, se utilizaron para infligir la imposición deliberada, sistemática, cruel y sin sentido de sufrimiento físico y mental. La tortura era vista como un medio totalmente legítimo de la justicia para obtener confesiones, sonsacar los nombres de los cómplices, obtener testimonios o confesiones.
Aunque muchas variaciones del bastidor se han utilizado a lo largo de los siglos, el principio básico ha sido siempre el mismo: estirar el cuerpo de la víctima.
El bastidor estaba cerca de un metro del suelo. Era una máquina que consiste en un marco de madera o hierro rectangular, con un rodillo en cada extremo longitudinal. Los pies de la víctima fueron atados con un rodillo, y las muñecas esposadas al otro. Una manivela a un trinquete se adjuntaba al rodillo superior, aumentando la tensión poco a poco en las cadenas, igualmente en los tobillos, tirando del cuerpo de la víctima en direcciones opuestas, dislocando las extremidades, y en su uso prolongado, terminando por destrozar los miembros y sus órbitas, induciendo un dolor insoportable, tendones arrancados, articulaciones separadas y huesos fracturados. Los sonidos de los músculos y tendones fracturándose, el lagrimeo incesante, lo gritos agónicos… señales acústicas del daño que realmente se está haciendo, causando discapacidades físicas permanentes.
Cuando la víctima estaba bien sujeta en el potro, las preguntas en búsqueda de respuestas deseadas se sucedías una tras otra; la falta de una respuesta satisfactoria era la señal para que el verdugo comenzara a accionar las manivelas… y en ocasiones, la presión de las cuerdas que sujetaban las extremidades, dada la excesiva tracción, se hincaban en la carne inflingiendo terrible heridas y quemaduras por fricción.
En la Baja Edad Media, algunas nuevas variantes de este dispositivo aparecieron. A menudo había picos que penetraban a la víctima y laceraban su piel, e incluso separando las extremidades. La postura de las piernas abiertas dejaba gran parde del cuerpo invulnerable a la aplicación de otros dispositivos como planchas de metal caliente o pinzas.
En teoría, y “afortunadamente”, la tortura no estaba destinada a extremarla hasta la muerte o en repetidas ocasiones. Las personas que eran débiles físicamente no podían ser torturadas o había riesgo de no supervivencia al proceso, pudiendo acudir a torturas “más suaves” antes de pasar al bastidor/potro. Las torturas principalmente eran utilizadas para extraer confesiones. En ocasiones, los torturadores obligaban a sus futuras víctimas a observar a otras personal sufrir los efectos del bastidor/potro, implantando el miedo psicológico, repitiendo después la pregunta, y solo si el preso se mantenía obstinado en su silencia, utilizar el bastidor.
Fueron muchos quienes permanecieron en silencio.
Este dispositivo fue una máquina real; no podía haber una cámara de tortura seria y completa sin él, conocido en todo el mundo con diferentes nombres: para los romanos era "Equuleus" (caballos pequeños), los franceses la llamaron "Banc de la Tortura", a los españoles que era "Potro" o Bastidor, Alemania se conocía como "Streckbank" (estiramiento marco), los italianos lo llamaron "La Veglia", etc. Sea cual sea el nombre, se trataba de un dispositivo temible que “rompió” literalmente a innumerables prisioneros. De hecho, una persona tendida en el bastidor representa el espectáculo final del dolor.
Las víctimas a menudo se colocaban en la parrilla desnudas o casi, y su piel tensa se ejecutaría con el sudor de su agonía. Hay pocos registros de su uso antes de la Edad Media, pero durante la Inquisición española desde mediados del siglo 13 hubo un aumento en su uso. El período medieval de la Edad Media fue violento y con una gran sed de sangre. En esos tiempos de barbarie los verdugos, crueles y despiadados, causaron a presos y sospechosos los horrores de la tortura, incluyendo el potro/bastidor (estiramiento y dislocación de miembros). Los métodos de tortura, dispositivos e instrumentos, se utilizaron para infligir la imposición deliberada, sistemática, cruel y sin sentido de sufrimiento físico y mental. La tortura era vista como un medio totalmente legítimo de la justicia para obtener confesiones, sonsacar los nombres de los cómplices, obtener testimonios o confesiones.
Aunque muchas variaciones del bastidor se han utilizado a lo largo de los siglos, el principio básico ha sido siempre el mismo: estirar el cuerpo de la víctima.
El bastidor estaba cerca de un metro del suelo. Era una máquina que consiste en un marco de madera o hierro rectangular, con un rodillo en cada extremo longitudinal. Los pies de la víctima fueron atados con un rodillo, y las muñecas esposadas al otro. Una manivela a un trinquete se adjuntaba al rodillo superior, aumentando la tensión poco a poco en las cadenas, igualmente en los tobillos, tirando del cuerpo de la víctima en direcciones opuestas, dislocando las extremidades, y en su uso prolongado, terminando por destrozar los miembros y sus órbitas, induciendo un dolor insoportable, tendones arrancados, articulaciones separadas y huesos fracturados. Los sonidos de los músculos y tendones fracturándose, el lagrimeo incesante, lo gritos agónicos… señales acústicas del daño que realmente se está haciendo, causando discapacidades físicas permanentes.
Cuando la víctima estaba bien sujeta en el potro, las preguntas en búsqueda de respuestas deseadas se sucedías una tras otra; la falta de una respuesta satisfactoria era la señal para que el verdugo comenzara a accionar las manivelas… y en ocasiones, la presión de las cuerdas que sujetaban las extremidades, dada la excesiva tracción, se hincaban en la carne inflingiendo terrible heridas y quemaduras por fricción.
En la Baja Edad Media, algunas nuevas variantes de este dispositivo aparecieron. A menudo había picos que penetraban a la víctima y laceraban su piel, e incluso separando las extremidades. La postura de las piernas abiertas dejaba gran parde del cuerpo invulnerable a la aplicación de otros dispositivos como planchas de metal caliente o pinzas.
En teoría, y “afortunadamente”, la tortura no estaba destinada a extremarla hasta la muerte o en repetidas ocasiones. Las personas que eran débiles físicamente no podían ser torturadas o había riesgo de no supervivencia al proceso, pudiendo acudir a torturas “más suaves” antes de pasar al bastidor/potro. Las torturas principalmente eran utilizadas para extraer confesiones. En ocasiones, los torturadores obligaban a sus futuras víctimas a observar a otras personal sufrir los efectos del bastidor/potro, implantando el miedo psicológico, repitiendo después la pregunta, y solo si el preso se mantenía obstinado en su silencia, utilizar el bastidor.
Fueron muchos quienes permanecieron en silencio.
Nota: Las imágenes que acompañan esta entrada son ilustraciones obtenidas de la RED.
Que grandes los españolitos, no podíamos invertar nada bueno, jajajaja!!!!
ResponderEliminarCuánta verdad!!!! Jajajaja
ResponderEliminarTengo la fantasia de ser estirado en uno
ResponderEliminarSería genial poder disponer de uno... exageradamente difíciles de encontrar. No obstante, el mío tendría un toque "personal", por supuesto.
ResponderEliminarMe da curiosidad ¿que toque personal tendría?
EliminarMe las reservo por si algún día tengo esa oportunidad... pero en mi línea de intensificar las sensaciones.
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